
En el 2015, tras la publicación de La Cofradía, buscaba un nuevo proyecto en el que embarcarme. Por entonces tenía la costumbre de leer todos los días un texto en latín, idioma que me encanta, y llegó a mis manos una historia escrita en una hagiografía de Pablo, diácono de Mérida, titulada Vitae Sanctorum Patrum Emeritensium que me dio que pensar. En ella, el autor hablaba de un abad de origen africano llamado Nuncto que llegó a Hispania en tiempos del rey Leovigildo, y de cómo este, por su fama de hombre recto y virtuoso, quiso cederle parte de su hacienda. Nuncto, tras rechazar varias veces el ofrecimiento, finalmente aceptó y se trasladó junto con su comunidad al predio ofrecido. Allí, siempre según el autor, los campesinos lo recibieron de mal grado porque vestía como un pobre, y un día que caminaba solo por los pastos lo asesinaron rompiéndole el cuello.
Este relato hacía aguas por todas partes, y está claro que el autor trata de maquillar (o incluso diría inventar) algunos detalles para ensalzar al tal Nuncto. Sobre todo lo que me chirría es el hecho de que Leovigildo, de confesión arriana, ceda tierras a un cristiano, cosa que, aunque pudo producirse, más sería por presiones de las personas influyentes de su entorno, como el obispo Masona, que por iniciativa propia. Y, por otro lado, muy pobre me parece el móvil del crimen por parte de los campesinos, pues tener un señor que vistiera humildemente como ellos debiera haber despertado más sus simpatías que sus odios. Por todo esto, probé a enfocar la misma historia desde el otro lado, e imaginé la violenta irrupción de un fanático Nuncto en unas tierras habitadas por campesinos paganos, causando el terror entre aquellas gentes para obligarles a abandonar sus ritos y convertirse al cristianismo. Y de ahí nació Gótica.

Así pues, hace cinco años dejé escrita la introducción y la sección 1, donde se presenta a Hilda, la protagonista de la historia, que cargará con la responsabilidad de liberar a su pueblo del yugo del terrible Nuncto después de sufrir en sus carnes las consecuencias de su fiero fanatismo. Luego me puse a diseñar el sistema de juego, del que llegué a desarrollar tres versiones completamente distintas, hasta que tuve claro que tenía que quedarme con la más narrativa: un sistema sin dados en el que se eligen diversos rasgos y se combina esto con la gestión de unos Puntos de Destino.

Posteriormente puedes adquirir otros.
Y ahí quedó la idea hasta que Chemo, creador de Comunidad Umbría y Autorol, anunció la celebración del 2º Certamen de Ficción Interactiva Autorol. Con todo el tiempo libre del mundo debido al confinamiento que estamos sufriendo estos días por el CoVid19, rescaté aquella historia y me propuse terminarla para presentarla al certamen. Durante tres semanas trabajé sin descanso, documentándome sobre la vida en la Hispania goda y las antiguas religiones ibéricas a través de libros y papers, y desarrollando la historia que ya tenía en mente desde hacía tanto tiempo, hasta que, 150 secciones después, logré acabarla. Pero entonces todavía tenía que trasladarla al motor de Autorol, y me encontré con que tenía que introducir una gran cantidad de variables para implementar el sistema de juego. Ese fue el verdadero reto, pero gracias a las facilidades que ofrece la herramienta, muy intuitiva, y a la inestimable ayuda en el foro de Autorol (que desde estas líneas agradezco), pude cogerle el tranquillo al segundo día y descubrí la manera óptima de programarla.

El resultado final, a falta de pulir algún detalle menor, ha sido muy satisfactorio. De hecho, en un futuro tengo pensado trasladar a Autorol otros de mis librojuegos, ya que permite hacer cosas mucho más complicadas que simplemente ramificar las historias, y de una manera fácil para quienes no somos programadores.
Por otra parte, merece la pena leer las historias que hay subidas en la web, ya que el nivel, por lo general, es bastante alto.
Podéis empezar a leer el librojuego en este enlace: